viernes, 26 de octubre de 2018

LOS VALORES DEL ARTISTA Y EL ARQUITECTO

LUIS RACIONERO.
TEXTOS DE ESTÉTICA TAOÍSTA.






Por lo tanto, cuando un artista se dedica perezosamente a su trabajo y no logra dibujar desde lo más profundo de su alma, su pintura es débil y blanda y carece de decisión. Su falta es la de no concentrarse en lo esencial. Si está confundido y tiene ideas nebulosas, entonces las formas se tornan oscuras e inciertas. Su falta es la de no poner toda su alma en su trabajo. Si se aproxima a su pintura demasiado livianamente, entonces las formas probablemente serán desarticuladas e inarmónicas. Su falta es la carencia de dignidad. Si descuida su trabajo por engreimiento, la composición resulta descuidada e incompleta. Su error es falta de diligencia. Por lo tanto, la indecisión conduce a un análisis defectuoso, la confusión a una carencia de elegancia, lo desarticulado a una falta de proporción, lo incompleto a una carencia de composición ordenada. Estas son las mayores faltas del artista. Estos asuntos, sin embargo solo se pueden discutir con personas que han visto la luz.

viernes, 19 de octubre de 2018

LOS ANTECEDENTES EN LA PROGRAMACIÓN ARQUITECTÓNICA


La programación arquitectónica consta de los siguientes componentes:



LOS ANTECEDENTES EN LA PROGRAMACIÓN ARQUITECTÓNICA

      Los antecedentes son los instantes previos de un conocimiento, las ventanas por las cuáles podemos acercarnos a algo que se investiga. En los antecedentes empapamos nuestra cordura de aquello que ya estuvo, ya se hizo, ya comulgó; y sus avatares. Pedro Azara utiliza un hemoso poema latino para describir lo que era antes de…

“¡Qué bien vivía el hombre bajo Saturno
Antes de abrir caminos en la Tierra! […]
El navegante, con afán de lucro,
No cargaba su nave por ignotas tierras:
El yugo entonces no soportaba el toro
Ni el caballo su freno, y nunca puertas
El hogar tuvo entonces, y de los campos
No fijó los linderos ni una piedra;
Daban miel las encinas, y su leche
Espontáneamente brindaban las ovejas;
Y no hubo herrero que forjara espadas,
Porque no hubo ni ejércitos ni guerras.
Hoy sendas mil se abren y llevan hacia la Muerte.
Tibulo, Elegías, I,3,35-50 (Azara, 2015: 13)

            En los antecedentes existe la intrínseca decisión del investigador de poner su empeño en dilucidar aquello que para él es desconocido sobre un encargo. Estos elementos desconocidos abordados desde la metacognición personal del arquitecto tendrían por tanto un toco particular y esencial. Una investigación llevada a cabo sobre un mismo tema por varios investigadores evidenciaría varios abordajes sistémicos y epistémicos. Lo que para un investigador es trascendente desde su postura, podría ser insignificante para un segundo desde otra visión. Para Albio Tibulo los antecedentes que cubrían a la humanidad eran paradisíacos y su conocimiento se expresaba a través de una especie de lamento por el arrobamiento que desata el haber recibido todo con la natural facilidad de la pródiga naturaleza. En su arrobamiento espiritual romántico, el ser humano vino a dar al suelo con todo aquello y la naturaleza se vio entonces sometida al yugo. Una visión es una simple postura que delata al investigador, sin por ello ser la verdad de los hechos. De la misma manera, una postura conquistadora como lo era la esencia del mundo romano antiguo hubiera sugerido al contrario, una virtud heroica a la espada que sometiendo al salvaje lo civiliza como lo hizo Cayo Julio César durante sus gestas en la Galia Cisalpina. Una postura romántica, una guerrera.

            Los antecedentes son la suma de evidencias que el investigador obtiene en su búsqueda y que son el resultado de su naturaleza metacognitiva, sin ser esto dañino ni perjudicial como lo vería la modernidad universalizante, sino que a la mirada consciente del siglo XXI es adecuado y particularmente enriquecedor.

Investigación de antecedentes
Fuente: Elaboración del autor

            De esta manera proponemos los siguientes elementos que se constituirían en el estado del arte del encargo que ha sido puesto en consideración del arquitecto y que se constituyen en una lógica de asimilación que se desprende inmediatamente de recibir un encargo y gestionarlo:


La reseña histórica

            La reseña es una breve descripción expositiva-argumentativa y en condiciones especiales crítica de un hecho u objeto en particular. En la reseña se selecciona lo significativo, especial y trascendente para la postura del investigador. Existen varios tipos de reseñas dependiendo de lo que se analice entre las que se encuentran: las históricas, las bibliográficas, las críticas, las académicas, las descriptivas; siendo importante señalar que un analista prudente evita las arbitrariedades y los favoritismos hacia el hecho investigado.
           
            Una reseña plateada adecuadamente permite tener una idea sintética y cabal de lo que se investiga y permite que el proyecto comulgue con la contextualidad analizada y que implica todo lo ya realizado o lo ya investigado al respecto, en pocas palabras el estado del arte del hecho.
           
            En el caso de la programación arquitectónica el investigador tiene en consideración relevante la investigación de la historia del elemento a diseñar. En este punto no le interesa los significados, ni las críticas, ni los análisis profundos del contexto, ya que esos temas son dilucidados más específicamente en la etapa del diagnóstico de las edificaciones existes; sino que le interesa comprender los sucesos que envolvieron históricamente al hecho estudiado

            En la reseña histórica el investigador arquitecto busca conocer los acontecimientos anteriores al hecho investigado y que determinan su existir con la finalidad de tener una visión de lo que pretéritamente determinó, influyó de manera positiva o negativa en el actual evento a estudiar. El conocimiento de los avatares y el origen de ellos, que llevaron a la consecución de la idea inicial del proyecto que se estudia. La historia de una facultad si es el caso de diseño de un edificio de educación superior, por ejemplo; o la historia de la salud, para el caso de una clínica u hospital.

            La reseña histórica viene a ser para una edificación como la historia de vida de una persona, dónde nació, dónde vivió, cómo vivió, qué es lo que hizo y sus ancestros y descendientes. Un edificio tiene tal trascendencia en el mundo.

La reseña histórica para la programación arquitectónica tiene tres partes definidas, las cuales son:



La introducción o cabeza de la reseña ha de ser sintética y expresar de manera didáctica el objeto de estudio y lo que se espera del análisis.

El desarrollo o cuerpo de la reseña ha de dilucidar de manera más amplia el hecho investigado teniendo presente de encarar su origen, su manifestación y lo que se ha realizado al respecto de ello. En el desarrollo se espera tener claro, entonces:


            
        En las conclusiones se destacan lo beneficioso y/o dañino del objeto de estudio y se busca recomendar ciertos elementos que deberían tenerse en cuenta para el diseño programado.

La Reseña Histórica
Fuente: Elaboración del autor

¿El porqué del proyecto?: La necesidad

            Inmediatamente luego de tener la idea clara sobre la historia del encargo recibido, nace como consecuencia inevitable la pregunta de ¿el porqué del proyecto? o aquello que hizo que surgiera la necesidad de la realización del proyecto arquitectónico que se programa. Esta pregunta inevitable es indispensable para poder encarar la investigación. Aquí lo que se busca es ir encontrando las razones y en ellas las necesidades de quienes plantean la realización del hecho arquitectónico.

            Ningún hecho arquitectónico es producto del azar y la casualidad, siempre tiene una idea, una necesidad, un avatar que se convierte en su génesis y que es la causa de su inicial existencia material etérea para lograr una cristalización y expresión material.

            Este porqué viene siendo en muchos de los casos el norte del proyecto y tenerlo claro puede evitar muchas disparidades, conflictos, pérdidas de tiempo y en especial la falta de empatía necesaria para que algo puede tener un final adecuado y beneficioso.

            El querer tener una vivienda económica nos puede llevar por muchos derroteros de diseño que van desde la seriación, la prefabricación, la industrialización, los espacios mínimos, que tal vez no sean lo adecuado para quién la requiere, pero el querer una vivienda con la claridad  de acabados alternativos, nos llevará más directamente hacia la búsqueda de materiales que concreten la edificación fuera de lo habitual, pero con espacios cómodos. Teniendo claro el  “porqué” entonces las soluciones serán evidentemente mucho más objetivas y permitirán asegurar el proyecto realizado.

            Pero el dilucidar el porqué de un proyecto no es criticarlo ni extraer aquello dañino de él, no. Las críticas solo son un funcionalismo intelectual de la razón y la inconsciencia. Una postura adecuada se aleja de la crítica prejuiciosa y pseudo analítica. Veamos como al filósofo alemán  Herbert Marcuse le valió la crítica mordaz su constante migración y dificultades adosadas:

“…Esta postura enormemente crítica de sus escritos provocó que no pudiera seguir trabajando como profesor en la universidad de Brandeis, por lo que tuvo que marcharse a California (La Jolla), donde vivió retirado dedicándose a dar conferencias…” (Marcuse, 2011: 21)

            El porqué del proyecto ha de ser enriquecedor y basto en su alcance para guiar totalmente la programación y el diseño arquitectónico. Una sabia conjugación de preguntas y consciencia será el reflejo de una edificación también consciente. Puede ser que el cliente desee un edificio con extensas áreas que brinden amplitud, pero las preguntas acertadas llevarán a la conclusión tal vez de la necesidad de circulaciones largas y recorridos interesantes más que de espacios abultados en superficie, lo que redundará en beneficios en costos y tiempo de fabricación de la obra.
           
            No necesariamente el porqué de un proyecto se refiere a los objetivos del proyecto en sí, ya que los objetivos generalmente son el resultado de tener claro el “porqué” o la necesidad. Proponemos unas preguntas que serían apropiadas pero no suficientes ni tal vez adecuadas pero que sin duda permitirán que el investigador esté más cerca de las que serían las indicadas:



Lo más importante en el investigador es desarrollar la capacidad que manifestándose en inteligencia pueda extraer el conocimiento de las necesidades del cliente, muchas de las veces oculto en su inconsciente pero tan obvias que son difícil de desentrañar como si de secretos oscuros se trataran. Sin duda una eficiente y profunda indagación lograrán vislumbrar tales propósitos.

¿El porqué del proyecto?: La necesidad
Fuente: Elaboración del autor

¿Para qué del proyecto?: La justificación de la necesidad

            Muchos proyectos nacen con una idea particular que es la esencia de su naturaleza y que se espera tengan las repercusiones aquellas que los pensamientos de quienes las han elaborado, estiman; logrando en muchos de los casos triunfar por sobre todas las vicisitudes que un proyecto puede encontrar en su desarrollo, pero que al ser valorarlo y pedir evidencias de su existencia material, resulta que no son fuente sino de desacuerdos y daños colaterales tanto para el cliente como para los usuarios y para el lugar donde han sido emplazados. Es muy sencillo comprender tal dilema al fijarse en la ciudad actual en la que los seres humanos agreden a edificios y a los elementos urbanos por su simple existencia. O las terribles realidades de proyectos habitacionales planteados con la inteligencia de un copista y la consciencia de un bárbaro. Estos proyectos que enferman en vez de sanar, que son dañinos en vez de beneficiosos, fueron idealizados pero no concebidos con la naturalidad de la pertinencia que debían tener. Su esencia era adecuada para el pensamiento del idealista, pero no para su existencia material.

            Las necesidades de un proyecto han de estar adecuadamente fundamentadas para ser la génesis de un edificio. Esta fundamentación es su pertinencia.

            Generalmente las necesidades son una serie de requerimientos que el cliente ha logrado establecer de manera empírica o científica del proyecto. Estas necesidades han de ser meticulosamente analizadas por el investigador arquitecto para encontrar la validez y pertinencia en ellas. No porque son puestas a colación en la investigación resultan ciertas o esenciales.

            Durante un encargo realizado a la empresa BOJORQUE-CONSTRUCCIONES de la ciudad de Cuenca en Ecuador, el cliente quería convertir una nave industrial construida para elaborar artículos de joyería que se encontraba abandonada, en una bodega de distribución de productos de primera necesidad. La consiga era zonificar lo mejor posible el espacio existente para lograr la adecuada funcionalidad necesaria para el nuevo uso y en especial dotar de un espacio grande a la zona administrativa, pues el cliente estaba convencido que era necesario mucho personal tal y por tanto mucha superficie para mejorar su desempeño. Los análisis realizados sobre la pertinencia de dotar de grandes locales para los funcionarios administrativos con el fin de facilitar su trabajo y mejorar los procesos, era a todas luces infructuoso. La necesidad planteada por el cliente iba en su propio desmedro. La investigación llevada a cabo con pertinencia determinó mayores áreas de bodegaje y un porcentaje mucho mejor del área administrativa que funcionalmente dispuesta acortó procesos, y supuso una menor cantidad de puestos de trabajo, todo esto mejorando la calidad del servicio.

            Cuando el investigador realiza la pregunta para sí de: ¿para qué del proyecto?, habla exactamente de qué tanto las necesidades encontradas son las más adecuadas y si estas han sido extraídas y analizadas prolijamente con distintas visiones expertas o son la simple exaltación de un instante egoico; y si deberían convertirse en guías certeras del proceso de diseño. Muy normal es que una necesidad exaltada como el santo grial en el proyecto, se convierta en la piedra de tropiezo de la obra.

            El investigador arquitecto ha de estar atento y confiar en el hecho de que se encuentra completamente capacitado para abordar la búsqueda de necesidades espaciales sin menoscabo de lo que el cliente le ofrece sino al contrario brindándole en muchos de los casos beneficios inesperados.

            En otro caso con la misma empresa cuencana, un cliente había de cubrir su necesidad de vivienda en una zona bastante comercial de la ciudad de Cuenca. El investigador arquitecto con la soltura que emite la comprensión había resuelto explicar a su cliente que sería adecuado aportar al diseño, de un espacio de renta comercial que mejorara los ingresos familiares y favoreciera la estética del sector. Lo bien aceptado permitió que las necesidades aumentaran en beneficio del proyecto.

            Claro está que es también importante considerar que  también es dable que un paquete de necesidades espaciales hayan sido definidas con sendos estudios y que se los deba seguir a raja tabla, lo que evita investigaciones innecesarias. De todas maneras el arquitecto comprende que no todo es perfecto y su observación sagaz no ha de descansar.

            Por lo tanto la pertinencia de un proyecto determina necesidades que son la justa esencia de ese proyecto y que nacen de la plena observación del arquitecto que usando el afilado cuchillo de la consciencia, las valora, las cambia, las mejora o se somete a ellas.

¿Para qué del proyecto?: La justificación de la necesidad
Fuente: Elaboración del autor

¿Qué?: objetivos y metas propuestas

            Siempre ubicándonos en la programación arquitectónica decimos que los objetivos y metas que en este punto el arquitecto investigador trata de dilucidar son aquellos que el cliente ha tenido en consideración como propuesta. Estos objetivos y metas guían las acciones del cliente y por tanto se constituyen en puntos importantes a ser considerados en el diseño.

            En arquitectura el objetivo básico esencial de todo hecho arquitectónico es la protección o la búsqueda de la seguridad. El devenir de ella para lograr tal objetivo primordial nos ha entregado la belleza que se puede ver en las edificaciones a nivel mundial. Todo hecho arquitectónico busca eso, matizado de diferentes maneras como hábitat, trabajo, diversión, transporte, relaciones, crecimiento, desarrollo.

            Muchas de las veces los objetivos del proyecto están matizados de excesos en tal situación de protección, lo que hace que los hechos arquitectónicos sean irrelevantes y hasta peligrosos para la sociedad. No es de extrañarse de la existencia de normativas municipales que inducen a los ciudadanos a convertir sus viviendas en prisiones y las calles en laberintos amurallados donde en la soledad de un instante se cometen fechorías y delitos crueles. El arquitecto investigador ha de advertir en todo objetivo y meta del encargo las sutilezas que pongan en riesgo a los urbanos y a la sociedad, apartándolos del equilibrio natural.

            Ahora teniendo en consideración lo antes dicho, el arquitecto por su misma formación comprende que el equilibrio material se encuentra comprendido entre los extremos de los pares opuestos, que manifestados se convierten en los pilares de la robusta edificación de un hecho relevante. Los pares opuestos manifiestos en la naturaleza impresionan nuestros cinco sentidos y los provocan para permitir una inducción de verdad en nuestra propia existencia y que están contenidos entre la claridad y la oscuridad (vista), en el silencio y el habla (oído), en lo duro y lo suave (tacto), en mojado y lo seco (gusto), en lo vivo y en lo muerto (olfato); están impresiones cobran vida en el equilibrio de sus relaciones. La arquitectura no está exenta de ello y una obra relevante para la humanidad los tendrá en honda consideración.

            Por lo tanto los objetivos y metas que la propuesta del cliente encierra, han de ser puestos en análisis para lograr el equilibrio del diseño, evidenciando su valía al oponerlos a su par contrario. Por ejemplo, si un objetivo es la funcionalidad, su par opuesto sería la morfología. El trabajo debería incluir los dos elementos en constante equilibrio como entre lo humano y lo divino. Pedro Azara induce tal probidad cuando establece la relación entre Ptah y el faraón egipcio con respecto a la abundancia del río Nilo:

“Ptah existía también como Ptah-Nun. Las aguas primordiales eran así una hipótesis de la divinidad: “Tú eres el Nun antiguo”, enunciaba un himno a Ptah de la ciudad de Heliópolis. Según lo que contaban los primeros versos del himno de la crecida del Nilo, esta era la “amada del dios de la tierra Geb, que introdujo al dios de los cereales Nepri, e hizo florecer las tareas de Ptah […]”. Este poder creador y recreador justificaba que las fiestas del jubileo, gracias a las que el faraón renovaba sus fuerzas cada veinticinco años (el vigor de Egipto dependía, literalmente, de la vitalidad faraónica), estuvieran presididas por Ptah” (Azara, 2015: 57)

            El sano equilibrio en un elemento edificado provocará la sanidad y la abundancia de los usuarios y del contexto edificado adyacente. Un objetivo de diseño así complementado es el resultado de la prolija y consciente visión del investigador.

¿Qué?: objetivos y metas propuestas
Fuente: Elaboración del autor

¿Cómo?: Logros o indicadores de logros

            El cliente espera que el proyecto arquitectónico que se tiene en ciernes, muestre en su expresión material aquello para lo que ha sido propuesto; es decir en el caso de una vivienda, si la necesidad aplica la existencia de cuatro dormitorios, el proyecto resultante ha de tener dicho número de locales de descanso.

            Los logros que se esperan estarían bien estipulados en un presupuesto y cronograma inicial del encargo que enmarcaría la primera intervención material del proyecto. El arquitecto programador ha de considerar tanto los rubros y los elementos que conforman estos dos elementos del proyecto por el cliente para corregirlos o aprobarlos según sea su experiencia y metacognición.

            Puede ser y en muchos de los casos que la idea de locales y de gastos del cliente en lo que respecta a la realización del proyecto sea inadecuada e insuficiente e implique detenerse durante la realización de la obra o cambios constantes en ella. El arquitecto programado ha de considerar lo indicado y además ha de inducir la participación de otros profesionales especializados si es el caso y que no han sido tomados en consideración por el cliente y que debería serlo para que el proyecto sea definitivamente llevado a buen término.

¿Cómo? Logros e indicadores de logros
Fuente: Elaboración del autor

¿Cuándo? El tiempo de desarrollo

Una obra arquitectónica se la programa de manera ordinaria para que tenga un inicio, un tiempo de desarrollo y un tiempo final. Esta disposición en el transcurso del proyecto nos remite también a tres instantes previos de las etapas anteriormente enmarcadas. El cuándo del inicio y sus previos. El cuándo del desarrollo y sus previos y el cuándo del final y sus previos. Una correcta programación ha de desentrañar del cliente aquella información necesaria para tener completamente claro estos elementos de juicio.

No se podría llevar adelante una obra concienzudamente hecha sin un tiempo de inicio que en sí mismo lleva determinantes como el tiempo en el que se dispone de los recursos económicos, por ejemplo. El inicio de la obra tiene que ver con los permisos de construcción y toda la tramitología dispuesta. También con la obtención del espacio para construir o de la maquinaria para hacerlo. El inicio puede estar, como es en muchos de los casos, con el clima. El arquitecto programador ha de saber extraer toda esta información del cliente para extrapolarlo y ponerlo en tela de juicio. Un tiempo de inicio adecuado puede no haber sido dilucidado por el cliente.

El tiempo del desarrollo de la obra es otro tiempo distinto y con sus propias circunstancias. El desarrollo contempla meses y meses de trabajo constante. El cliente puede tener un esquema particular sobre los tiempos de desarrollo de su proyecto, que el arquitecto programador dará al trasto si son tiempos que no respetan por ejemplo, el secado del concreto. También puede darse el caso de que el cliente requiera de tiempos exorbitantes que hagan que el arquitecto programador se sirva de sistemas constructivos distintos al original propuesto y que sean de mayor ventaja para el devenir de la obra.

El tiempo final es el tiempo que podríamos decir con mayor carga presupuestaria, emocional, de trabajo y de talento. Es el momento en el que se decide si una programación ha sido realizada correctamente. El tiempo final determina si la obra será o no oportuna. Todo puede venirse abajo en el tiempo final de la obra. Es la etapa de cierre del proyecto en dónde se garantiza que lo hecho servirá y tendrá posibilidad de ser usado correctamente. El arquitecto programador ha de establecer claramente cuál es la expectativa del cliente en términos de tiempos mínimos y máximos de entrega de la obra. Estos plazos son importantísimos. Cuando el programador esclarece esto, muy fácilmente podrá con su experiencia medir si es factible o inadecuado y plantear las reformas necesarias para evitar inconvenientes en todos los aspectos indicados. Grandes y hermosas obras han fallado porque el presupuesto no tuvo la flexibilidad requerida o porque la idea cambió en el proceso y al final no se cumple con los logros esperados.

El arquitecto programador con inteligencia, astucia y con consciencia ha de conocer cabalmente los tiempos de la empresa emprendida por el cliente y sabrá aceptarla, mejorarla o cambiarla.

¿Cuándo? El tiempo de desarrollo
Fuente: Elaboración del autor

¿El Cliente?: Los recursos

            El cliente es la persona más importante del proyecto que llevamos adelante. Él es la razón de ser del encargo que llega a nuestras manos. Es menester del arquitecto programador el tomar todas las consideraciones para activar, mantener y mejorar la relación con el cliente durante toda la elaboración de la programación arquitectónica, la cual deberá incrementar a cada paso la amistad y la confianza entre los dos.

            No esperamos tener un gran discurso de mercadeo en este sitio, pues no es dable para nosotros las acciones que buscan de una u otra manera las ventajas de la manipulación y el aprovechamiento.

            El arquitecto programador por el contrario tiene que brindar su conocimiento y su guía de tal suerte que sea el propio cliente quién sintiéndose aventajado con tal compañía, busque entregar su confianza y buena fe ante tal profesional.

            Toda comunicación con el cliente, oral, escrita, sensitiva, ha de ser veraz y acompañada de un diseño capaz de modificar el punto de vista del cliente sin forzarlo ni acorralarlo, sino con la deferencia de mostrar las mejores ventajas de un posicionamiento cualquiera.

            El uso de verborrea o de astutas posturas con palabras superficiales y que carecen de amparo técnico, no caben en la relación entre el cliente y el programador arquitecto.

            Del cliente, el arquitecto programador ha de extraer el origen y el monto de los recursos disponibles para el proyecto, tanto en cantidad como en el flujo de estos y las distintas eventualidades que pueda tener con respecto de ello el cliente. Su interés versará, dada la experiencia del programador, en establecer concordancias entre lo que se quiere, los logros, y los tiempos de elaboración de la obra. Muchas realizaciones arquitectónicas, urbanas quedan a medias y son abandonadas porque no se supo encaminar con inteligencia los recursos.

            Nunca una obra es tan pequeña como para ser despreciada, ni tan grande como para ser sobrevaluada. Todas las obras son importantes y expresan la necesidad del cliente, que ha hecho un esfuerzo en muchos de los casos de por vida para llegar a este punto de realización. El arquitecto ha de tener la sabiduría de discernir cómo ejecutar mejor los actos que lleven a la consecución del anhelo del cliente. Será también, en ciertos casos, que la aspiración del propietario sea tal que sus recursos no cuadren ni en la cantidad ni en el tiempo, por lo que es ético del arquitecto programador el indicar los inconvenientes y trazar tal vez, rutas y etapas de realización efectiva según  las posibilidades encontradas.

            El cliente por tanto es indispensable y ha de tener las mejores actitudes por parte del programador, quién será responsable ante la ley y ante la opinión pública del manejo de lo encomendado.

            En ningún caso, por más que se aprecia y se tenga en consideración al cliente, el arquitecto programador ha de dejarse llevar por su propia necesidad laboral o emocional que lo arrastre a cometer faltas a la legalidad de la legislación local ciudadana por complacer superfluos mandatos de un cliente arrollador. Mejor es abrirse del encargo que cometer faltas a la moral y a la ética profesional.

¿El Cliente?: Los recursos

Fuente: Elaboración del autor





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