miércoles, 8 de junio de 2016

La cooperación, la ideología política Latinoamericana.

Conversaciones sobre la producción.







Claro, le respondí. Al neoliberalismo global le conviene que las personas sean egoístas, que sean individualistas, que desde pequeñas se les inculque el éxito personal, el triunfo en los negocios, la vida en familia nuclear desvinculada de sus progenitores y ancestros, completamente enfocada en la producción y en ser entes valiosos de cambio y de uso; que se les inculque el empleo y no la búsqueda de valores relacionados con el servicio y la verdadera vocación; que desarrollen el anhelo por el dinero como única fuente de sustento, devoción y afán humano. Claro, eso le conviene al neoliberalismo, el que las personas se endeuden al tratar de conseguir lo suyo, lo privado, lo individual. Miles y miles de seres comprando casas nuevas, carros del año, muebles y enseres domésticos de última tecnología, la cuál solo está diseñada para satisfacer la extrema pereza; ropa de marca en sus cajones, destruyéndose de manera silenciosa y esperando que todo nuevo día sea mejor en un ciclo de confusión y agotamiento sin fin, entregando su esfuerzo al capital y a la codicia de unos pocos que ven en este sueño colectivo  el desarrollo de sus templos de poder. Así la humanidad, vista de este modo, no tiene sino que producir y todo aquel que no produce a la actual manera es un “desadaptado”, un “vago”, un “sin futuro” que “nada hace” y peor todavía que “nada tiene”. Así, hace centurias tildaron en su momento los españoles a los indígenas de América cuando no respondían al afán individualista de superación que ellos traían. Un afán vertido desde el mercado, base primordial del actual neoliberalismo. No podían ver que las culturas aquellas eran comunitarias, no socialistas y menos mercantilistas. Eran comunitarias. Sostenían sus estados políticos entre todos para todos. Por eso españoles y portugueses tuvieron que traer a América del Sur a personas africanas esclavizadas, para que trabajen las tierras, las minas, para que construyan a su manera y con ganancia, mientras los indígenas eran separados de los  derechos que la civilización les otorgaba desde Valladolid. Hoy en día el ancestro comunal se mantiene en tierras ecuatorianas, tanto en la sierra como en el oriente y en la costa y litoral. Esto debido a la bravura y necedad bendita del lugareño. En la sierra central es bien conocida la minga. Ahí un comunero tiene que servir a sus congéneres en actividades para beneficio común, como llevar adelante la despensa local o cavar e instalar tuberías o ayudar en la incorporación de una nueva familia, todo esto sin perder sus derechos privados. En la costa, existen muy lindos ejemplos de trabajo comunitario como aquel de Agua Blanca en Machalilla, Puerto López, Manabí, donde todos los comuneros explotan el turismo en tierras que les pertenecen a través de caminatas por el bosque seco y recorridos por sitios arqueológicos, con un maravilloso descanso en una pila de aguas sulfurosas. Claro, al neoliberalismo esto no le interesa. No quiere que las personas se agrupen y dejen de competir entre ellas y trata de destruir estos modos de vida. No comprende que una persona no tenga ansias de éxito, ansias de superación, la cuál es medida por sus posesiones, sino que quiera el bien de todos. Ya existen intentos por desestabilizar estas comunidades y los ecuatorianos y el gobierno ecuatoriano ha de estar atentos a ello. De esta manera podemos decir que para los ecuatorianos en su ancestro en su esencia no funciona el mercantilismo, el capitalismo, el comunismo, el socialismo, para el ecuatoriano está primero la familia, la comunidad, la cooperación. Debe nacer aquí en Ecuador una conciencia ideológica, económica, política, que es la cooperación, apartada de toda concepción productivista. Esta conciencia es aquella que ve y vela por todo aquel que el neoliberalismo detesta; el pobre, el fracasado, el vago, el enfermo y todas aquellas personas, seres humanos, que han sido así etiquetados. En este mundo de cooperación, si una persona y su familia no tienen la suerte, la fortuna de surgir individualmente, entonces serán servidos y apoyados por sus congéneres. Esto no es socialismo, pues las personas dejarán de ser entes productivos, serán seres humanos. Así mismo al neoliberalismo a ese individuo de múltiples manifestaciones le interesa mucho la urbanización, las ciudades satélites, las ciudadelas, pues a través de ellas gesta entes individualistas que limitan sus vidas y los terrenos de la naturaleza para un supuesto beneficio que radica únicamente en el valor y la comercialización. No interesa para nada al neoliberalismo que las comunidades tengan terrenos propios para la utilidad colectiva en donde las comunidades que cooperan se beneficien de su propia labor y de lo que extraen de la tierra. No. En la urbanización existe industrialización, existen materiales prefabricados, existe plusvalía y existe sometimiento de terrenos agrícolas para que la bien instalada individualidad se de gusto malversando la naturaleza. Donde llega el neoliberalismo o cualquier otro sistema que vea al ser humano y a sus distintas manifestaciones como objetos de producción, llega el egoísmo y la pobreza, pues donde antes existía la abundancia y el derroche natural, en donde cualquiera y todos podían servirse y extasiarse con los frutos de la madre Tierra, solo quedan los cerramientos y las nuevas urbes llenas de miedo y tensión. Muchos ahora son pobres mientras tierras verdes y prosperas son cercadas y abandonadas para que por el tiempo y la urbanización aumente su valor. Y, ni que decir de los alimentos. El hambre también es un negocio de las ideologías productivas. Miren como se apoderan de las costumbres alimenticias y las hacen polvo esclavizando la dieta humana a dosis de lo mismo. Al neoliberalismo le interesa que existan supermercados y que las personas sean entrenadas para comprar en ellos. Son elegantes, refrigerados, llamativos, prestigiosos, pero venden lo que la globalidad produce y lo que la globalidad quiere que comamos. No es extraño ver en nuestro país que una misma marca de supermercados vendan los mismos productos en sus cerchas en ciudades como Cuenca y Manta. Ciudades distantes no solo en kilómetros sino en clima, costumbres, cultura y modos de vida. Nos preguntamos ¿cómo es que una persona de la costa que vive al pie del mar a 30 grados centígrados, se alimente con las mismas cosas que una serrano a 2.533msnm a 12 grados centígrados? No tiene más lógica que la lógica de la producción, del comercio, del mercado. Los transgénicos y la global producción de un mismo tipo de alimentos lo demuestran. No interesa que las comunidades dependiendo de su entorno se sirvan alimentos según lo más adecuado para ellos. No. Solo la ganancia, la producción y no hay quién diga nada, pues los llamados a hacerlo, las universidades, las academias, están también absorbidas por la producción. No existe reflexión de ningún tipo pues se produce gente exitosa, se produce cemento, se produce frutos, se produce intelecto, artículos académicos, solamente logros vistos por quienes quieren la explotación y no la conciencia. No interesa para este mundo productivo de la academia el ubicarse en un contexto, solamente el producir, el tener más posgraduados, más indexaciones. A dónde vamos a parar sino en la cooperación. Cooperar para vivir mejor, para hermanarnos y buscar el bien comunitario. No se trata de nuevas ideologías ni de nuevos derroteros, la simple observación delata el error y la falta de humanidad, que necesariamente irá a dar hacia lo contrario que es el servicio.

Es obvio...!


Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño
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