miércoles, 21 de diciembre de 2016

RETICENCIA

LA ESTRUCTURA FORMAL DE LA ARQUITECTURA ENERGÉTICA CONSCIENTE

Hemos encontrado un camino muy interesante que sintetiza nuestro pensamiento acorde a la naturaleza, no en el sentido mimético ni orgánico, sino en cuanto tiene que ver en mostrar a través de la arquitectura los sentimientos que hacen que no exista un fin limitante y determinante en el espacio arquitectónico sino que éste tenga la capacidad formal de permitir instantes de contemplación que hagan que los elementos arquitectónicos transmitan el movimiento consciente, que su formalidad no termine en sí, sino que permita continuar el sentido de reticencia en el observador, no aquel movimiento sinuoso de lo orgánico más bien el movimiento de la consciencia trasladándose hacia algo que se muestra y que en realidad no termina ahí donde está sino que tenga la capacidad de extenderse según aquel que vive la obra que ha de mostrarse enfrentada a lo natural en su médula geométrica por cuanto consideramos que así es el ser humano y su mente, algo fuera de la mímesis.
Seguiremos en este derrotero que hará que la ARQUITECTURA ENERGÉTICA CONSCIENTE tenga una forma estructura de manifestación, ya que es eso lo que la delata ante los mecanismos de diseño occidentales y que no estaba presente.


"Las palabras terminan, el sentido continúa"
Luis Racionero





Darle libertad al espacio para que se muestre natural en cuanto tiene que ver a su capacidad de ser observada con reticencia, no en forma determinista como la arquitectura occidental que dicta que los espacios terminan donde las paredes del local comienzan.
Dejar que el sentido continúe.




La reticencia implica de parte del arquitecto la sensibilidad de hacer de su arquitectura un acto natural de observación, de contemplación.






Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño

jueves, 8 de diciembre de 2016

VERDAD-IMITACIÓN-INTERPRETACIÓN Y REFLEXIÓN

TÍTULO
“No existe verdad en la imitación ni reflexión en la interpretación. Análisis puntual del discurso de Platón en la República y de Theodor Adorno en Teoría Estética”







PALABRAS CLAVE
Arte; Consciencia;  Estética; Imitación; Reflexión.

INTRODUCCION

La imitación y la mimética ha tomado en el mundo del arte connotaciones de inconsciencia colectiva. Ya es mimético el paisaje compuesto, como los recuerdos de una ayer contenido en una escena pictórica. La mimética no está ya más en tela de juicio y se postula para contar tradiciones y posturas culturales. El precepto es que se muestre algo que es observable a priori natural. Pero refiriéndonos a Platón vemos que la imitación es un acto razonado que al serlo escapa de la verdad y que en su manifestación tiene la capacidad de engañar y seducir. Por lo que en la imitación está el arte, ya que éste en su misma esencia toma para sí algo que no existe en tanto se lo muestre ya como arte. Así vista la cosa, muchas obras artísticas que supuestamente son imitación de la verdad, solo son posturas fantasiosas del imaginario del artista, que de hecho no se acercarían ni a tal imitación mimética. Podríamos entonces decir que solamente las obras artísticas que toman un instante de lo que es conocible por los sentidos físicos, sea en esencia mimético.

Pero, ¿qué pasa entonces con las obras que muestran aquello que escapa al mundo fenoménico y se hunde en las entrañas de los cuerpos internos emocional, mental, volitivo, espiritual, vocacional del artista? Es aquí donde Adorno sale al paso y salva la gestación artística dándole a ésta una capacidad de interpretación que asume posturas de negación ante la posibilidad de seguir ante lo que se ha vuelto inconsciente. Su postura es tomada y manoseada a mansalva y de la interpretación se pasa a la realidad, sin entender que interpretar no es reflexionar y que la una lleva a reafirmar los errores de donde parte tal interpretación pues es mordaz en moral y experiencia, pero alejada de la consciencia que adviene de la reflexión profunda sobre un acto que es comprendido, como es la reflexión.

DESARROLLO

En la imitación existe reproducción, no existe libre iniciativa, existe la proyección de las tradiciones, de la cultura, de los modos de convivencia y de los modos de vida de un individuo. Cuando se imita, no se es, sino que se trata de ser algo que es distinto. Se imita cuando se aleja uno del cómo pensar y se dilata tremendamente dentro de los esquemas del qué pensar. Cómo pensar es diferente pues en ello existe la tremenda reflexión de la interiorización, de la auto indagación consciente. Qué pensar es la secuela exacta de la imitación. Cuando se imita existe una disposición a esperar que algo exista primero antes de. El imitador no busca la autenticidad de la consciencia sino la espera de tomar algo que es en esencia ajeno. Se imita cuando se obedece a ciegas la tradición, la cultura, los modos de ser. Muy al contrario, pero en la misma dirección, se crea cuando se doblega la tradición, la cultura, los modos de vida según la prevalencia del propio conocimiento. Pero, aquí nos enfrentamos a un tremendo sofisma al enfrentar lo que existe de materialidad frente a lo inexistente pero a través de un ente, el pensante, que es producto mismo de una realidad aparente. ¿Cómo, dijéramos, se podría mover una tabla estando parado en ella? ¿Cómo podríamos crear si somos la exacta reproducción de una tradición, de una cultura, de una modo de vida? ¿Cómo podríamos escapar de un estado cuya materialidad en físico, emocional, mental, volitivo, espiritual, es la exacta reproducción de algo que es conocido como verdad, pero distante de nosotros como de un insecto, el pensamiento humano. Platón encara el dicho problema al decir en el libro X de la República, un libro que reflexiona mediante el diálogo sobre la imitación partiendo de lo visible y de lo reproducible:

Bien lejos, pues, de lo verdadero está el arte imitativo; y según parece, la razón de que lo produzca todo está en que no alcanza sino muy poco de cada cosa y en que esto poco es un mero fantasma. Así, decimos que el pintor nos pintará un zapatero, un carpintero, y los demás artesanos, sin entender nada de las artes de estos hombres; y, no obstante, si es un buen pintor, podrá, pintando un carpintero y mostrándolo desde lejos, engañar a niños y hombres necios con la ilusión de que es un carpintero de verdad
Para Platón existe un algo que es verdadero cuya expresión, cuya materialidad es lo manifiesto en el mundo fenoménico y que está ahí. Esto verdadero, es la raíz y la causa de todo lo que es apreciable y por tanto captable por los únicos elementos para hacerlo, los sentidos físicos. Delata en su discurso tal aseveración pues toma para su sentencia la espacialidad como alegoría, distanciando a la verdad como algo “bien lejos”, siendo el espacio la clara consecuencia del uso organoléptico del pensador. Su existencia, de lo verdadero, es lo observable, lo háptico, lo escuchable y no puede ser sino experimentado de esa manera. Lo verdadero, para Platón,  no es definible sino por la distancia que estamos de ello; por el contraste que logramos al imitarlo. Un artista dice, al enfrentarse a la manifestación de la verdad y reproducirla convierte a su arte en imitativo, ya que su materialidad toma distancia de lo verdadero al delatarse como no verdadero. La acción del artista tratando de reproducir la manifestación de la verdad, no hace para Platón, sino imitarla, y al hacerlo delata la existencia de la verdad, por cuanto no se puede tomar a la verdad en toda su expresión. A él, a Platón, le “parece”, no está seguro, que esta distancia entre el arte y la verdad está en el artista y en su incapacidad sino de hacer “fantasmas” de la verdad. Y lo dice así, con inseguridad, pues al usar la “razón”, su razonamiento, establece que el imitar no es crear sino la simple toma de una parte de lo que ese algo es en su creación, su realización y la su creador, ya que “no alcanza sino muy poco de cada cosa” . Cuando Juhani Pallasmaa cita a Andréi Tarkoski cineasta ruso, hablando acerca de las imágenes, nos muestra una evidencia clara del pensamiento racional tratando de justificar su incapacidad sino de reflejar la verdad, y dice: “En una palabra, la imagen no es este o aquel sentido expresado ahí por el director, sino todo un mundo que se refleja en una gota de agua” (Pág.91) La razón no puede sino enmarcar la verdad y ser el reflejo de “un mundo” que es verdadero. Pero, ¿quiere el artista la verdad o simples reflejos?. Bien establecido lo deja Platón que tomar lo existente es evidenciar la distancia entre eso que se toma y la verdad. Pero, ¿No es esa distancia parte de la verdad misma? ¿Cuando un ser humano toma un camino para llegar a alguna parte, no está llegando ya al hacerlo? ¿Por qué querer la verdad completa si ella también se manifiesta en sus partes, en su recorrido, en su existencia aunque imitada? ¿Será posible para el ser humano dotado de sentidos físicos e inexplotados sentidos internos ser el poseedor de la verdad? ¿Quiere la verdad ser tomada o quiere ser simplemente? El mismo Platón no está seguro de su explicación ya que no tiene mayores argumentos que los que le puede dar la razón y el razonamiento que como herramienta no alcanza, como él dice, “sino muy poco”. ¿No será el “engaño” que Platón dá al arte imitativo la estrategia del arte para contrastar la verdad y será ese contraste el argumento como para tomar la verdad? Juhani Pallasmaa dice entonces:

Una obra de arte no es un acertijo intelectual que necesite una interpretación o una explicación. Es una imagen, un complejo experiencial y emocional que penetra directamente en nuestra consciencia. Los artistas encuentran su camino detrás de las palabras, los conceptos y las explicaciones racionales en su búsqueda constante de un reencuentro inocente con el mundo. De poco sirven las construcciones racionales en la búsqueda artística, pues el artista debe redescubrir una y otra vez los límites de su existencia” (Pág.59-60)

Vemos entonces que Platón nos delata dos posturas muy interesantes con respecto a la imitación. La Imitación como engaño y la imitación como reflexión. La una que no tiene sino el cometido de ser un reflejo del mundo y otra la consecuencia de seguir un camino de búsqueda de la verdad que enlaza resultados que imitan la verdad para traerla hacia sí. La una, el engaño es la falsa reproducción, mientras que en la otra se toma lo evidente para siguiéndolo llegar hasta la verdad, si así se puede decir y hacer. Platón al poner en evidencia la separación entre la verdad y el arte imitativo nos muestra también el cómo acceder a ella, mediante la espacialidad y lo perceptible de ella. Estas dos posturas nos muestran entonces al artista que imita a secas y el que reflexiona siguiendo la manifestación de la verdad que es lo visible. Platón no nos habla de tiempo, nos habla de distancia, nos habla de espacio y por tanto de estar en un sitio y de tomarlo como referencia. Sale entonces sobrando en la línea de verdad la fantasía, el imaginario, la interpretación. Queda en su inteligente primera expresión, la verdad contenida. En el espacio está el inicio de aquella verdad incognoscible. Han pasado miles de años y el ser humano en este momento ha dejado de lado el tiempo y la espera para ya concentrase en el espacio, la espacialidad y el uso, que es la pertenencia del ahora de las cosas expresadas en el mundo fenoménico desde la verdad. Dice Platón:

Y el imitador, ¿tendrá acaso también conocimiento, derivado del uso, de las cosas que pinta, de si son bellas y buenas o no, o una opinión recta por comunicación necesaria con el entendido y por las órdenes que reciba de cómo hay que pintar?”
Lo mimético es entonces esa capacidad de engaño que es parte de lo verdadero que se manifiesta en lo físico. No es la muestra del recuerdo o la memoria de algo que no está presente. La inconsciencia entregada a la razón convierte al colectivo en el dogma de que lo mimético es la reproducción del imaginario. Una obra mimética, imitativa es la fiel observación de un instante dado en el espacio. Eso es imitar, eso es estar “distante” pero estarlo. Otro, es tomar lo que existe y convertirlo en trascendente y por extensión tomar la tradición, la cultura, los modos y convertirlos en la catapulta, el camino, para acceder a la verdad o como lo dice Pallasmaa: “No es la auténtica creatividad una forma de emancipación de las limitaciones de la tradición más que un rendimiento a sus doctrinas” (Pág.106)

Surge ahí nuevas interrogantes que versan sobre ese camino hacia la verdad a través del arte que tiene que ver con la acción creativa rebelde o negativa y aquella consciente afirmativa. El artista que toma la imitación a secas se queda en el proceso de auscultación de la verdad, sin ser menospreciado por ello, ya que es esa su decisión que lo aparta de la acción creativa; pero quién toma de la mano la incertidumbre de saber para sí lo que es verdad, entonces ¿qué oportunidades tiene? La razón no es válida como dice Platón, pero delata en su discurso, la consciencia que se puede obtener en la distancia establecida entre lo que se toma para asirlo por el arte y la verdad contenida en ello. La consciencia surge, pues del auto conocimiento, de enfrentar lo que acontece a la reflexión. Distinta es la interpretación. En la reflexión existe la necesidad de comprensión, en la interpretación la explicación de un significado, de eso que se desprende de lo que es conocido por el que interpreta. En la reflexión se logra claridad. La comprensión adviene justamente cuando se observa la distancia de algo, cuando se está en el espacio de acción, en los hechos y en el hacedor con la claridad de la consciencia. En la interpretación se reduce todo a un encasillamiento intelectual, pues se dá sentido particular a los hechos sin considerar el espacio de ellos. Para Adorno en la interpretación vive el arte y su esencia contenida en las obras artísticas, la cuál, la esencia, sale al paso cuando el intérprete toca a su puerta; pero dicha postura no hace sino encarar nuevamente al arte con la distancia de la razón que como Platón dice “alcanza sino muy poco” ya que el intérprete no es el todo, la verdad, sino una parte de ella y encasillada en los significados que el argumentador pueda dar o entrever desde su experiencia háptica e inconsciente hacia la obra. Dice entonces: Las obras, especialmente las de máxima dignidad, están esperando su interpretación. (…) Si en ellas no hubiera nada que interpretar, si estuvieran sencillamente ahí, se borraría la línea de demarcación del arte” (Pág. 172). Vale entonces preguntarse ¿una obra artística requiere de un intérprete que la sostenga, para no borrar la línea demarcatoria del arte? ¿Un escultura griega dejaría de ser arte mientras no la viera un entendido durante siglos? Para Adorno, el intérprete sería el depositario del arte, no la obra artística. Existiría arte única y exclusivamente cuando el intérprete lo tuviera como tal, cuando su entendimiento le diera significado, pero esa es solo una postura y no la verdad. Apartándonos un poco de la frecuencia artística, podemos enriquecer lo dicho desde la visión del arquitecto Pallasmaa que al decir: Cuando reducimos la necesidad de cobijo a una necesidad material perdemos de vista lo que podríamos llamar la función ética de la arquitectura” (Pag.95), nos lleva directamente hacia aquella reflexión en la que la interpretación mirada como algo material, nos aparta de lo ético, o de lo que conocemos como principios físicos de cristalización. No podríamos materializar simplemente la interpretación como el total de una obra arquitectónica o de una obra artística, sin convertirla en un pedazo engañoso de la verdad. La interpretación por tanto tiene un tiempo determinado por el espectador, por el intérprete, que por lo mismo perdería el presente, el espacio, la distancia, que lleva hacia la verdad en la obra contenida como veladamente lo dice Platón. Distinta es la postura reflexiva. En ella el intérprete no existe. En el ente reflexivo no existe comparación, ni recuerdo, ni significado; solamente existe la indagación que lleva a la comprensión de sí, lejos de la razón y de lo poco, para acceder al todo. Para  Georges Didi-Huberman “¿No es evidente que la clave para comprender un objeto del pasado se encuentra en el pasado mismo, y más aún, en el mismo pasado que el del objeto?” (Pag.36), si bien, nos habla de las posturas de análisis histórico del arte, pero nos deja también entrever  que el objeto no es en sí mismo la causa de la comprensión, más sino lo que él trae como carga adicional de su existencia. El objeto y sus connotaciones artísticas no están en quién las mira, sino en el bagaje de sucesos, acontecimientos y las diferentes posturas de las personas hacia él en el fragor de los tiempos y que se los encuentra en ese presente del que se parte al observarlo. No es la interpretación la que le da su “máxima dignidad” sino su presencia cargada de lo que le llevó ahí, su distancia, vista reflexivamente.

BIBLIOGRAFIA

1.     Adorno, Theodor. “Teoría Estética”. Ediciones Akal, Madrid, 2004. Impreso.
2.     Didi-Huberman, Georges. Ante el Tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes. Adriana Hidalgo editora. Impreso. 2000.
3.     Pallasmaa, Juhani. “Habitar”. Gustavo Gil. Impreso. 2016.
4.     Vikisource. “La República: LibroX”. Web. 3 diciembre 2016 https://es.wikisource.org/wiki/La_Rep%C3%BAblica:_Libro_X




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