miércoles, 7 de mayo de 2014

El desarrollo de la sensibilidad en el arquitecto.

Nadie puede mostrar lo que no tiene, lo que no lleva en su corazón.



Integrar un edificio a la naturaleza, es un argumento muy empleado, pero solamente un arquitecto con sensibilidad puede comprender que dicha integración no ha de venir de únicamente de mirar el entorno, sino también de no interrumpir su flujo natural.
En lo imagen lo dicho.



Un arquitecto jamás lograría ser sensible si no se autoconoce.
La sensibilidad es un factor importante en el proceso de diseño , en el proceso de análisis de un hecho arquitectónico, de un acontecer urbano.
Es importante por cuanto quién actúa e interactúa en la arquitectura y con la arquitectura, es el usuario, es el ser humano y el ser humano es un ente sensitivo.
La experiencia trascendental en un caso o devastadora en otra, que el observador aguzado o no pueda tener del objeto arquitectónico es solamente el resultado de la destreza y capacidad del arquitecto al manifestar su propia sensibilidad.
No es lo mismo transcurrir la vida en una edificación oscura, fría, funcional, que vivir en un edificio inclusivo de la naturaleza que no se interpone en la fluidez de las sensaciones.
No es lo mismo, haciendo una analogía, un platillo culinario preparado mientras se llora, que uno preparado con amor y alegría. No es lo mismo.
No es lo mismo un niño que ha sido creado en el vientre de una madre protegida y amada que aquel desdichado generado en el vientre de una madre proscrita de la amabilidad.
No es lo mismo, las personas son diferentes, los platillos también, la arquitectura también.
Aunque el recurso semántico utilizado haya sido burdo, pero a secas nos permite diferenciar la importancia del valor, de la virtud.
De esta misma manera y por extensión diríamos que una edificación diseñada por un hombre "honesto", tendría que necesariamente ser distinta en muchos elementos de la edificación diseñada por una "corrupto".
¿En qué elementos nomás radicaría la diferencia?
Veamos...
El hombre corrupto, lleva en su corazón, la impaciencia, la intolerancia, la copia, el menor esfuerzo, el aburrimiento y la codicia.
Un hombre honesto, por el contrario lleva en sí la responsabilidad, la preparación, la investigación, el estudio, la constancia, la alegría, la empatía.
El hombre corrupto diseñará según sea ese instinto y generará lo menos.
El hombre honesto buscará y encontrará soluciones basadas en ideas alentadoras.
Evidentemente las obras serán distintas. La sensibilidad manifiesta en más o en menos de cada uno de ellos delatará una arquitectura de menor o mayor calidad.
Acceder a estratos de conciencia y sensibilidad es posible y es posible conociéndose a sí mismo.
Superar las deficiencias humanas de un alma poco comprensiva es la llave para mejorar el panorama arquitectónico.
Una manera maravillosa de hacerlo es "vivir el momento" es "vivir el instante" es "vivir el presente"
La constante asimilación de estos principios de vida le permitirán al arquitecto desenvolverse con soltura en su devenir creador.


Atentamente
Erick Bojorque

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