lunes, 4 de mayo de 2015

GABRIEL OROZCO

Papalotes Negros:

La multiconceptualidad barroca.


ABSTRACT

El presente es un ensayo que pretende establecer una propuesta del origen conceptual de la obra del artista Gabriel Orozco “Papalotes Negros”; artista mexicano nacido en Xalapa, Veracruz, el 27 de abril de 1962. Su obra en general se caracteriza por la versatilidad de sus instalaciones en las que el drama manifiesto en una paradoja, irrumpe la normalidad de los instantes citadinos y urbanos  del espectador. Orozco no quiere aceptación, no quiere que el espectador encuentre la familiaridad. “Las personas olvidan que lo que quiero es decepcionar” (1), decepcionar la forma, decepcionar el signo, decepcionar la institución también; y al querer hacerlo no solo penetra la psiquis del espectador sino desintegra su propia realidad, pues ante sí su principal acción es vaciar la mente en su camino al vacío pleno, que está vacío de cualquier pensamiento existencial” (2).





DESCRIPCION

            La obra está realizada directamente sobre la calavera “al parecer de un hombre de edad madura y de complexión media” (3) elaborando una cuadrícula tipo damero de grafito con trazado muy fino que se asienta limpiamente sobre toda la superficie del hueso en sus lugares convexos y en sus concavidades. Formas de cuadrados y rombos se juntan con los huesos en un inigualable juego de tensión de formas artificiales sobre naturales.





Autor: Gabriel Orozco.
Título: “Papalotes Negros” (“Black Kites”)
Materiales: Grafito sobre cráneo.
Museo de Arte de Filadelfia
Año: 1997
Tamaño: 21.6x12.7x15.9



DISCUSION

La observación es una poderosa herramienta de creación. En la observación no existe pensamiento alguno, no existe el prejuicio ni los conceptos y preconceptos. La simple postura de embeberse en el presente de una situación, permite la libre manifestación del instante, de la vida tal y cual es. Una playa es una playa hasta que las ideas intervienen. Un atardecer lo es hasta que la comparación recae sobre él. Un lugar es en esencia hasta que la palabra lo “tilda”. La obra artística en esencia es la misma vida visible, latente u obvia y oculta que “…partiendo de la observación de la realidad y terminando por la expresión unificada de la experiencia” (4) concluye en su existencia cristalizada.

Para Orozco, es la observación el medio por el que desarrolla su expresión artística, una observación profunda de los hechos consumados y materiales al filo de su inmanencia dada por obvia, como los despojos de un basurero, los detalles de un elemento construido, la carencia de otro; llevándolos a escena en un proceso dramático de paradoja...”calavera y damero”. Como a Richard Wagner, para Orozco el “privilegio es el drama, ya que no quiere una forma abstracta para lo esencial, sino una forma estructurada en la que todas las artes intervengan” (5)

Es su obra “Papalotes Negros”, Orozco se toma el tiempo del mundo para etiquetar mediante trazos un hueso yacente. Durante seis meses se apropia de sus pensamientos y de sus imágenes para hacer emerger una obra con múltiples conceptualizaciones que develan mitos y metáforas subyacentes. Es el trazo estructurado y lineal que “se relaciona con algunos trabajos que Gabriel había realizado en computadora” (1) lo que permite la irrupción, el crear esa tensión en su experiencia, ya no de desorden ni de soltura natural, sino de límites.

Es esta posibilidad de múltiples conceptualizaciones que naturalmente se deslizan de la obra de Orozco lo que nos trae hasta aquí, pues queremos proponer el origen de su asidero artístico. Podríamos empoderar cualquiera de ellas emitidas por el observador profano y más el experto, y al hacerlo nos acercaríamos al infinito, pues todo concepto genera una propuesta que parte de un conocimiento que “procede de la experiencia; que tanto el pensamiento como las ideas se construyen a partir de las percepciones sensibles y que no existen, por consiguiente, ideas universales e innatas” (John Locke: 12) (6). Infinitas mentes, infinitos conceptos, infinitas propuestas y al mismo tiempo infinitas posturas de quién emana la obra artística y la obra propuesta, pues en sí lo indescifrable también alcanza o no lo hace.

 Una propuesta es eso, una experiencia acuñada, un conocimiento previo del que la propone, del que la urde, sin que exista novedad alguna sino similitud en ello, por cuanto nace de algo que ha sucedido previamente, de una situación dada y guardada en la memoria del razonador que sale a la luz nuevamente al traer a colación la pretensión de escenificar un concepto para el que podría servir. No se da en ella la certeza, sino la posibilidad de ser atendida, de ser extrapolada hacia una lugar semejante. Los paradigmas nacen en su seno, al confluir la visión unilateral en la mente de muchos que la aceptan como el sediento al agua y al hacerlo cristaliza su pseudosabiduría en ellos haciéndolos actuar y vivir según su legajo de visiones. Proponer no es de locos pero al hacerlo se raya en la locura. Propone el artista y propone el analista. Pero en proponer se va lo mejor, el instante.

Muy distinto es el conocimiento intuitivo.

En el conocimiento intuitivo no existen razones de por medio. La experiencia ha dejado su inmanencia para convertirse en polvareda cósmica. La percepción toma un semblante distinto. Se acentúa la cordura. Deja de existir el concepto, el prejuicio, la borrasca de las teorías para destacar la esencia de lo observado. No existe ya el análisis. Existe la vivencia directa. Pero esto es otro cantar.

Gran intuición la de Orozco que se aparta de la propuesta conceptual para llegar a la novedad de lo desconocido a través de “vaciar la mente” de intuir y observar, cambiando el paradigma de toda una nación de toda una cultura, al enfrentar el mito mexicano de la muerte expresado a través de tatuar, de etiquetar los cuerpos con calaveras, a tatuar la calavera misma, a tatuar la muerte misma, a tomarla y hacerla física, manifiesta, por cuanto para el mexicano “la imagen de la calavera (significante) es un ejemplo fascinante, pues es un intento del hombre por conectarse y explicar el misterio más grande de la vida humana: la muerte” (7).

La etiqueta irrumpe a la muerte misma, al ancestro y al acervo mexicano que está tatuado en la piel del gregario, en su fuero mortuorio, en el mito del misterio más allá de la vida; la toma y la etiqueta quitándole lo inmaterial y reduciéndola a un mínimo espacio cuadriculado. Ya no solamente se exalta a la muerte se la acompaña desde el sitial mismo de la enrarecida toma de su materialidad manifiesta, ya que no podríamos tener a la muerte, no la podríamos tocar y asir si no es en los huesos, y más aún en los huesos de la humana naturalidad, en los huesos que la representan por antonomasia, la calavera humana.

La muerte ha dejado de ser muerte para ser y manifestarse en una parodia, en una composición geométrica que la pierde que la saca de su sepultura de su contexto macabro, para quitarle lo etéreo y convertir su misterio en entrantes y salientes, en cuadrados y rombos que se extienden y se contornean entre sus sinuosas curvas. La calavera a dejado de ser calavera es ahora una figura, un ente geométrico de indescriptible belleza de trascendencia, de explosión formal. Ya no se escucha el llanto. Ya no se derrama la lágrima augusta ni la pena se entreteje en su confines, ahora la etiqueta a sobrepasado el mito, el símbolo ha sido en cierta forma profanado para rayarlo en algo mayúsculo. La muerte ha sido vencida por el arte, por la forma, por el trazo, por el grafito. Ya no es solamente el símbolo, es la nueva visión de la epopeya. La visión de aquel que no se deja embaucar ni se lamenta de lo que ocurre y ocurrirá tras partir. Esa visión se ha vuelto trascendente, con la trascendencia de una nuevo mito, el mito del concepto, de la propuesta.

Eso hace con la calavera, con el mito. Pero Orozco no solamente se queda en ello, no se detiene, no se satura de lo que ha realizado, sino que además quiere irrumpir en otro contexto mexicano, por lo que “tilda” a la obra, la encuadra dentro de una frase, dentro de un texto, de un título que no hace sino crear nuevamente mayores conceptos, más propuestas y más razonamientos que son avocados a determinar la idea original de sus protervos o elogiosos fines. Lo llama “Papalotes Negros”.

La calavera cuadriculada, que ha dejado el patrón cultural se enfrenta a un nuevo reto. Se enfrenta a su nombre, a la imposición de un sonido y de una vibración que encierra nuevas metáforas y nuevos mitos, aquello que cada ser en el mundo soporta o exalta al ser tildado. El nombre, aquella palabra o aquellas palabras que han de marcar de por vida, para bien o para mal un objeto, una cosa, un ser viviente. Te enfrentarás ante los eventos como un titán o como una oveja pero será tu nombre el que antelará tu acción y reacción. Esa adecuada o infeliz unión de letras atraerá sobre el individuo nombrado tal energía que serán su sello indiscutido. En la obra, Orozco se refiere a su trabajo como un papalote, como una cometa. Una cometa cuya natural esencia es volar, abrirse paso hacia el cielo con el viento, pero siempre sometido por un hilo por un cordón que evita su sueño de expandirse y llegar al mismo sol. La cometa, vuela irrumpe, crea metáforas de libertad, pero siempre su altura depende de un profano, de un especulador, de un poseedor, de un dueño. Su color siempre es brillante pues trata de parecer lo que no es, libre. Orozco usa este nombre para su obra, como quién usa un alias en una contienda. ¿Quiere acaso, que sus ideas subyazcan en el papalote que se posa sobre un cráneo que lo espera para entre ambos ser? Una metáfora se plantea, o varias de ellas quieren entronar el manifiesto.

En una vemos a la muerte que ha sido liberada de sus captores que la idealizan y la marcan en sí y para sí; al tomar la calavera quitándole el misterio y tatuándola.

En otra, el patrón cultural que la aprieta sin dejarla ser y que constantemente la cita año tras año en un eterno peregrinar como la cometa que arremete en su vuelo a por libertad pero sin lograrlo; como aquella oportunidad de todos de marchar en vuelo de papalote hacia el infinito con la muerte, pero de pronto retenidos por un hilo arrollador, un enjambre de costumbres que masifica el recordatorio del ser que ya partió, dejándolo atrapado nuevamente en su desgracia, por la simple razón de que unos quieren sentirse victoriosos, festejar y divertirse con la ella y su supuesta libertad, como el niño que se divierte con la cometa sin dejarla escapar.

Triste es la vida del que pudiendo volar no escapa de la presión de su propia cuna y maternidad.


CONCLUSION

Por sublime se entiende la trascendencia de un acto. En sus actos artísticos Orozco combina aspectos relativos al Ser a la esencia de sí, como son la observación y la creatividad desprendida de los preconceptos. Quiere en esencia canalizar su propia satisfacción íntima y la vuelve trascendente para el público que atinadamente lo descubre y lo disfruta.
Con ello Orozco, propongo, en una obra de pequeña envergadura, de trascendencia inusitada, una obra barroca “destinada desde su nacimiento a la ambigüedad a la difusión semántica” (8), prueba su relación con su tierra con su natalidad, y la libertad que ella impone, una libertad que cuarta su creatividad, su esencia, un patrón cultural que subyace y es imposible de evadir.


BIBLIOGRAFIA

1.     Micro. “El Rock no es Arte”. Noiselab. 20 de noviembre de 2012. Web.  1 de mayo de 2015. http://noiselab.com/blog/editorial/el-rock-no-es-arte-por-micro/
2.     Schjeldahl, Peter. “Hombre del Mundo”. The New Yorker. 21-28 de diciembre de 2009. Web. 4 de mayo de 2015. http://kuri.dev.copyleft.com.mx/uploads/newsfiles/GO-newyorker-211209.pdf.
3.     Unam, Radio. “Papalotes Negros” . Universidad Nacional Autónoma de México. 2014. Web. 1 de mayo de 2015. http://www.radiounam.unam.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=254:papalotes-negros-gabriel-orozco
4.     Macrae-Gibson, Gavin. “La Vida Secreta de los Edificios” . Nerea. 1985. Impreso. Página 10.
5.     De Blas Gómez, Felisa. “Arquitecturas efímeras, Adolphe Appia, música y luz”. Nobuco. 2010. Impreso. Página 17.
6.     De Prada, Manuel. “Arte y Naturaleza”. Nobuko. 2009. Impreso.
7.     Reyes García, María Guadalupe. “El símbolo de la calavera: la crisis pendular entre la function de ídolo en la Santa Muerte al ícono en la Catrina”. Discurso Visual. 4 de noviembre de 2013. Web. 4 de mayo de 2015. http://www.discursovisual.net/dvweb33/TT_Maria.html
8.     Sarduy, Severo. “El Barroco y el Neobarroco”. El Cuenco de Plata. 2011. Impreso. Página 5.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...