Conversaciones sobre la producción.
Claro, le respondí. Al neoliberalismo global le conviene que
las personas sean egoístas, que sean individualistas, que desde pequeñas se les
inculque el éxito personal, el triunfo en los negocios, la vida en familia
nuclear desvinculada de sus progenitores y ancestros, completamente enfocada en
la producción y en ser entes valiosos de cambio y de uso; que se les inculque
el empleo y no la búsqueda de valores relacionados con el servicio y la
verdadera vocación; que desarrollen el anhelo por el dinero como única fuente
de sustento, devoción y afán humano. Claro, eso le conviene al neoliberalismo,
el que las personas se endeuden al tratar de conseguir lo suyo, lo privado, lo
individual. Miles y miles de seres comprando casas nuevas, carros del año,
muebles y enseres domésticos de última tecnología, la cuál solo está diseñada
para satisfacer la extrema pereza; ropa de marca en sus cajones, destruyéndose
de manera silenciosa y esperando que todo nuevo día sea mejor en un ciclo de
confusión y agotamiento sin fin, entregando su esfuerzo al capital y a la
codicia de unos pocos que ven en este sueño colectivo el desarrollo de sus templos de poder. Así la
humanidad, vista de este modo, no tiene sino que producir y todo aquel que no
produce a la actual manera es un “desadaptado”, un “vago”, un “sin futuro” que “nada
hace” y peor todavía que “nada tiene”. Así, hace centurias tildaron en su
momento los españoles a los indígenas de América cuando no respondían al afán
individualista de superación que ellos traían. Un afán vertido desde el
mercado, base primordial del actual neoliberalismo. No podían ver que las
culturas aquellas eran comunitarias, no socialistas y menos mercantilistas.
Eran comunitarias. Sostenían sus estados políticos entre todos para todos. Por
eso españoles y portugueses tuvieron que traer a América del Sur a personas
africanas esclavizadas, para que trabajen las tierras, las minas, para que
construyan a su manera y con ganancia, mientras los indígenas eran separados de
los derechos que la civilización les
otorgaba desde Valladolid. Hoy en día el ancestro comunal se mantiene en
tierras ecuatorianas, tanto en la sierra como en el oriente y en la costa y
litoral. Esto debido a la bravura y necedad bendita del lugareño. En la sierra
central es bien conocida la minga. Ahí un comunero tiene que servir a sus
congéneres en actividades para beneficio común, como llevar adelante la
despensa local o cavar e instalar tuberías o ayudar en la incorporación de una nueva
familia, todo esto sin perder sus derechos privados. En la costa, existen muy
lindos ejemplos de trabajo comunitario como aquel de Agua Blanca en Machalilla,
Puerto López, Manabí, donde todos los comuneros explotan el turismo en tierras
que les pertenecen a través de caminatas por el bosque seco y recorridos por
sitios arqueológicos, con un maravilloso descanso en una pila de aguas
sulfurosas. Claro, al neoliberalismo esto no le interesa. No quiere que las
personas se agrupen y dejen de competir entre ellas y trata de destruir estos
modos de vida. No comprende que una persona no tenga ansias de éxito, ansias de
superación, la cuál es medida por sus posesiones, sino que quiera el bien de
todos. Ya existen intentos por desestabilizar estas comunidades y los
ecuatorianos y el gobierno ecuatoriano ha de estar atentos a ello. De esta
manera podemos decir que para los ecuatorianos en su ancestro en su esencia no
funciona el mercantilismo, el capitalismo, el comunismo, el socialismo, para el
ecuatoriano está primero la familia, la comunidad, la cooperación. Debe nacer
aquí en Ecuador una conciencia ideológica, económica, política, que es la
cooperación, apartada de toda concepción productivista. Esta conciencia es aquella que ve y vela por todo aquel que el
neoliberalismo detesta; el pobre, el fracasado, el vago, el enfermo y todas
aquellas personas, seres humanos, que han sido así etiquetados. En este mundo
de cooperación, si una persona y su familia no tienen la suerte, la fortuna de
surgir individualmente, entonces serán servidos y apoyados por sus congéneres. Esto
no es socialismo, pues las personas dejarán de ser entes productivos, serán
seres humanos. Así mismo al neoliberalismo a ese individuo de múltiples
manifestaciones le interesa mucho la urbanización, las ciudades satélites, las
ciudadelas, pues a través de ellas gesta entes individualistas que limitan sus
vidas y los terrenos de la naturaleza para un supuesto beneficio que radica
únicamente en el valor y la comercialización. No interesa para nada al
neoliberalismo que las comunidades tengan terrenos propios para la utilidad
colectiva en donde las comunidades que cooperan se beneficien de su propia
labor y de lo que extraen de la tierra. No. En la urbanización existe
industrialización, existen materiales prefabricados, existe plusvalía y existe sometimiento
de terrenos agrícolas para que la bien instalada individualidad se de gusto
malversando la naturaleza. Donde llega el neoliberalismo o cualquier otro
sistema que vea al ser humano y a sus distintas manifestaciones como objetos de
producción, llega el egoísmo y la pobreza, pues donde antes existía la
abundancia y el derroche natural, en donde cualquiera y todos podían servirse y
extasiarse con los frutos de la madre Tierra, solo quedan los cerramientos y
las nuevas urbes llenas de miedo y tensión. Muchos ahora son pobres mientras
tierras verdes y prosperas son cercadas y abandonadas para que por el tiempo y
la urbanización aumente su valor. Y, ni que decir de los alimentos. El hambre
también es un negocio de las ideologías productivas. Miren como se apoderan de
las costumbres alimenticias y las hacen polvo esclavizando la dieta humana a dosis
de lo mismo. Al neoliberalismo le interesa que existan supermercados y que las
personas sean entrenadas para comprar en ellos. Son elegantes, refrigerados, llamativos,
prestigiosos, pero venden lo que la globalidad produce y lo que la globalidad
quiere que comamos. No es extraño ver en nuestro país que una misma marca de
supermercados vendan los mismos productos en sus cerchas en ciudades como
Cuenca y Manta. Ciudades distantes no solo en kilómetros sino en clima,
costumbres, cultura y modos de vida. Nos preguntamos ¿cómo es que una persona
de la costa que vive al pie del mar a 30 grados centígrados, se alimente con
las mismas cosas que una serrano a 2.533msnm a 12 grados centígrados? No tiene
más lógica que la lógica de la producción, del comercio, del mercado. Los
transgénicos y la global producción de un mismo tipo de alimentos lo
demuestran. No interesa que las comunidades dependiendo de su entorno se sirvan
alimentos según lo más adecuado para ellos. No. Solo la ganancia, la producción
y no hay quién diga nada, pues los llamados a hacerlo, las universidades, las
academias, están también absorbidas por la producción. No existe reflexión de
ningún tipo pues se produce gente exitosa, se produce cemento, se produce
frutos, se produce intelecto, artículos académicos, solamente logros vistos por
quienes quieren la explotación y no la conciencia. No interesa para este mundo
productivo de la academia el ubicarse en un contexto, solamente el producir, el
tener más posgraduados, más indexaciones. A dónde vamos a parar sino en la
cooperación. Cooperar para vivir mejor, para hermanarnos y buscar el bien comunitario.
No se trata de nuevas ideologías ni de nuevos derroteros, la simple observación
delata el error y la falta de humanidad, que necesariamente irá a dar hacia lo
contrario que es el servicio.
Es obvio...!
Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño