miércoles, 2 de abril de 2014

La Cátedra Universitaria

Encontrar lo buscado...
Llegar al lugar...
Convenir en el punto...







Son parte del proceso de vivir y vivir con ganas.
La bondad del creador y sus continuas manifestaciones de virtud, son el reflejo constante de aspiraciones realizadas de etéreos vórtices que se materializan, desde siempre y para siempre.
Luego de haber caminado por el mundo profesional de la arquitectura y la construcción por casi 20 años, me encuentro iniciando una nueva etapa de manifestación. Una etapa que la veía desde lejos, desde la infancia y más tarde desde el tablero de diseño y la dirección de obra. Una etapa que se ha concretado con la rigurosidad de la abundancia. Abundancia de ventanas y puertas que me han permitido acceder. La cátedra.

La cátedra...

Doy los pinitos del que quiere caminar y sabe que puede hacerlo.
Doy el primer paso de lo que será, estimo, una fructífera relación con el conocimiento y la conciencia.
No importa lo transcurrido, lo vivido sino el punto de inflexión que se toma con decisión.

La Universidad Laica "Eloy Alfaro" de Manabí me permite considerar de cerca el ambiente de la enseñanza. La enseñanza profesional. La enseñanza que capacita a la persona en todos los quehaceres y manifestaciones del arquitecto, del hombre domesticado por la conciencia de lo habitable.
La enseñanza que guía y forma en comprensión. La enseñanza que deja huella, no por arrogancia, no por absolutismo, ni tampoco por despotismo. La enseñanza que marca un sendero a caminar, que marca una secuencia de lo verdadero, es decir de descubrimiento personal en el estudiante y del maestro.
No vale conocer para sintetizar. No vale conocer para abarcar todo. No vale sino auto descubrirse y concretar el propio anhelo y vivirlo con alegría y desenfado, seguro como un león frente a lo nuevo.
Se puede y se debe empezar zapateando la vía que el maestro indica y el maestro debe hacerlo con conciencia de que todas las sendas son válidas a ultranza. Ese gustoso y lustroso caminar inevitablemente determinarán en el estudiante en la persona su ineludible deber consigo mismo para enfrentar su propio y mayor obstáculo, el miedo a ser feliz siendo lo que se es.
En arquitectura ese "es", no es más que el estilo personal.

Muchos arquitectos limitan su obra de diseño y construcción a lo que los usuarios piden de ellos, esforzándose por crear a la medida de lo encargado, sin darse cuenta que ser un comerciante de estilos y modas mata su propia realización. Otros no esperan sino la llegada del "cliente ideal", del mecenas que les permita extaciarse y explayarse en lo creativo sin impedimento de ningún tipo, ni estético, ni económico, ni otro tipo de coacción o "determinante". Pero cuando llega, no saben como enfrentar el dilema, ni el diseño, ni la amplitud de la libertad. Entonces el ser grita creando conciencia de ello que hace falta, de aquello de lo que se adolece, de lo que es la propia definición, algo que dijimos, el propio estilo, aquello que no es historicista, sino aquello que en base de la buena costumbre ha hecho historia personal en el acontecimiento particular del diseño y se ha definido a sí mismo como su propia obra.

Así enfocado el asunto, nos permitimos manifestar que una carrera que muestra en el estudiante las sendas y lo hace caminar por una de ellas con los elementos de valoración que le permitan en su vida profesional detenerse en un instante dado para conscientizar y cambiar o no de rumbo para adentrarse en su propia realización, ha sido enfrentada de la mejor manera.
El triunfo de un arquitecto no se encuentra en la cantidad sino en la conciencia de su obra. Conciencia que resulta del propio nacimiento interior.


Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño.

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