Erick Bojorque Pazmiño
Arquitecto,
MG.
“Investigar es ver lo que otros ven y pensar
lo que nadie ha pensado”
Mayor
Zaragoza, F.
¿Cómo podría ver quién no tiene ojos
para hacerlo? ¿Quién podría pensar si no sabe cómo hacerlo?
La razón fue la máxima diatriba del
pensamiento ilustrado y posteriormente del pensamiento moderno, enarbolado el
primero por el filósofo alemán I. Kant, quien aseguraba que el ser humano padecía
de una “minoría de edad” (Kant, 2007: 87) si no la usaba; y de la ciencia en el
mundo del siglo XX, en el segundo.
La razón ha decantado en la
humanidad la tragedia de la “Torre de babel” en la que las personas enajenadas,
no pierden el uso de la palabra y sus arbitrios, sino pierden la capacidad de
entenderse, comprenderse y asimilarse.
La razón en el siglo XX es un camino
pregonado por el mundo del progreso y de la hecatombe de la ciencia ensimismada
en los avances técnicos, cuya apoteosis destructiva tanto de lo moral, como de
la esperanza y todavía más catastrófica y destructiva, estuvo en la
manifestación brutal de la fisión nuclear. La ciencia razonada, convertida en
la panacea en la primera mitad del siglo anterior, no tuvo sino que esconder su
semblante altanero, al momento en el que decenas de miles de personas fueron
aniquiladas en un solo pulso atómico.
La razón ya no podría tener cabida
en un mundo donde la conciencia abre su paso, a partir de los años sesenta,
conquistando los campos de la paz, el amor, el ahorro, la opinión pública.
En los albores del nuevo milenio, un
nuevo pensamiento se alza victorioso, el pensamiento producto de la conciencia
obtenida de la propia comprensión.
Atrás quedaron las propuestas
materialistas que miraban al ser humano como el producto de un mundo exterior
en distintos niveles. Hoy es la dialéctica de la conciencia la que muestra al
ser humano como el único artífice del cambio del mundo.
Es el ser humano, quién auto
edificándose el que puede lograr trascendencia y relevancia en su vida y por
ende, por empatía y ejemplo conquistar el cambio en el mundo que le rodea, por
masa crítica.
Por qué deberíamos nuevamente
esperar de la palabra, de la razón, de dos elementos que convertidos en armas
solo han traído destrucción a la humanidad.
Es el momento de entregar la batuta
a la conciencia.
El sofista enseña la verdad fatua y
ficticia de su razonamiento, una verdad que busca ser un denominador común de
algo inexistente. El sofista quiere que le sigan, que le idolatren y busca con
denuedo enseñar el ¿qué pensar?
Qué pensar, no es más que las
recetas donde se cuajan los paradigmas y los bloqueos que hacen de la humanidad
un cuerpo dormido de mansedumbre caótica y de conflicto. Cuando la persona
sigue lo que otros piensan, no logra pasar de la propia visión de miopía. ¿Cómo
podría crearse y recrearse un ser que se asimila en lo que otros piensan? No
tendría opción sino de ser un imitador, un copista, un reproductor de las
falacias que salen de quién pretende guiar.
Hablan de verdad y no saben que la
verdad es lo “desconocido de momento en momento” (Aun Weor, 1970: 45) como lo
expresaría Samael Aun Weor. ¿Cómo se podría hablar de la verdad, si es
desconocida?
El sofista usa la verdad como su
catapulta y es ella el motivo de discusión, de conflicto de batalla. No existe
mayor falta de verdad.
Muy distinta es la postura del
educador consciente que se esfuerza en su propia edificación, en su propio
conocimiento, aquel que puede “pensar lo que nadie ha pensado”
Este educador, no quiere seguidores,
ni estudiantes, ni imitadores, quiere mostrar el cómo lograrlo, quiere enseñar
el ¿cómo pensar?
Cómo pensar, es el medio por el cual
la persona, no obtiene algo, sino lo consigue por sí mismo. Esa persona es
heredera de la verdad, pues ella misma investiga y ve lo que otros no pueden
ver.
Ese ver, no es más que el resultado
de la expresión sensible de la comprensión puesta a la luz de la conciencia.
La investigación es necesaria, no
para cambiar al mundo, sino para cambiar su propio microcosmos. La
investigación imitadora, se burla del conocimiento. La investigación del auto
edificado, puede lograr mostrar lo que es obvio a la humanidad, pero que ha
permanecido oculto hasta la llegada del maestro.
BIBLIOGRAFÍA
1. Aun Weor, S (1970). Educación
Fundamental. Cali.
2. Kant, I (2007). ¿Qué es la
ilustración? Madrid: Alianza.