El
conocimiento y la producción.
El
conocimiento lo asimilamos como un gran telar en el que se hilvanan distintos hilos del mismo
conocimiento, tan infinito como posibilidades existen de respirar o de pensar.
Uno de los hilos de este telar del conocimiento es la economía del conocimiento en la que se integra la educación a la
producción o la empresa mediante el empleo, la contratación por horas de
trabajo y en cuyas necesidades el empleado ha de estar capacitado, habilitado,
tecnificado y hasta condicionado para hacer de su trabajo un bien producido que
genere ingresos y que posibilite el crecimiento según estándares ya conocidos
en el mundo occidental del nivel de vida
que tienen que ver con la felicidad del
tener. Tener casa, auto, familia, electrodomésticos, muebles, pero también
ciudades con servicios e infraestructura propicia, etc. Esta visión como es
bien sabido históricamente ha llevado a los países industrializados a una
carrera de ambición sin precedentes que ha contaminado el planeta y ha
caotizado el bien común con las burbujas económicas. El fin último de ésta
visión es el de dar placer y favorecer la comodidad humana. Veamos por ejemplo
el ascenso de los dispositivos celulares. Vale la pena preguntarnos si es
adecuado seguir estas directrices también en Ecuador. Ahora otro hilo de ese
telar del conocimiento es la cooperación, un sistema social que también es económico
muy conocido ancestralmente en Ecuador y que tiene que ver con la comunidad, la
asociación y el bien común. Esta cooperación de una manera poco sistematizada
se la ha realizado en la minga en la
sierra y oriente, y en comunas en el
litoral y costa ecuatorianos. La cooperación empleada como eje del Desarrollo de Buenas Prácticas educativas
formaría un enlace de integración con la matriz productiva poco ortodoxa y a la
vez con infinitas posibilidades de acción, todas enmarcadas por su misma
concepción en el bien común, y por
tanto dentro del Plan Nacional del Buen Vivir. El fin ultérrimo de la economía
de la producción es el dinero. El fin ultérrimo de la cooperación es el bien
común. Ya existen ejemplos de esto en el mundo tanto en las oficinas
comunitarias, como en las empresas de oficinas compartidas, etc. La cooperación
como elemento integrador de la educación y la producción ofrece alternativas
que potencian al artesano, al profesional, al emprendedor y por ende a la
economía nacional.
Por lo tanto una
cosa es la producción y otra es la educación. Una es hacer para tener. La otra
es consciencia. La una busca cumplir estándares de felicidad, la otra busca el
despertar del ser humano. La industrialización y el consumo si bien están
regados por el mundo, son simples puntos de vista de la vida, pero no son la
vida en sí. La educación sirve para mejorar la economía pero no es ese su fin.
La educación es holística en su esencia y la propuesta del gobierno actual es
conseguirla pero mantiene los dejos de la economía del conocimiento. Por esta
razón y entendiendo esto, el CES y el SENESCYT quieren establecer un certero
elemento integrador entre la educación y la producción.
Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño
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