Erick Bojorque Pazmiño.
Una línea de conocimiento engendra
varias posibilidades de entramados o metafóricamente hablando, varias
posibilidades de pavimentos y revestimientos, sin que por ello el camino cambie
su curso, su destino.
Cuando el Buen Vivir fue tomado como un elemento de
cambio a ser caminado, las posibilidades de rumbos que marcarían tal decisión
eran tan variados y extensos como caminantes puede haber en el mundo. La
decisión del gobierno de la “Revolución Ciudadana” fue aquel de tipo económico
y fue tal derrotero pavimentado con la visión política, social, cultural,
educativa, acomodándose aquellos lastrados a sus ideales finales, la producción.
La producción entonces enmarcó la economía solidaria, la sociedad
intercultural, la educación indexada. El arte también se encuadró en ello y
tomo así la característica de “producción artística”. Es en ello que, “resulta indispensable caracterizar brevemente
el contexto de la sociedad del conocimiento, pues no hay educación que no esté
situada en escenarios históricos y no responda —no en forma mecánica o
fatalista— a modelos de desarrollo determinado” (1). Tal modelo es el
modelo económico llamado así del socialismo del siglo XXI, que en nada difiere
en esencia de modelos capitalistas, comunistas, neoliberales, cuyo fin
ultérrimo es la producción, la secuencia de un proceso, de una línea
constructiva del pensamiento, del conocimiento, del arte, aunando esfuerzos
para que esa producción sea la panacea social de equidad y justicia. “En la Constitución de 1998 se establecía
que los artistas y los intelectuales eran los actores culturales del país. En
el 2008, con la nueva Constitución, se rompe esa visión elitista de cultura y
se plantea una visión mucho más amplia, donde todos los ciudadanos son sujetos
de derechos culturales” (2) La maquinaria puesta al servicio de las masas,
aunque ellas no sepan como prenderla, manejarla, usarla. Encubierto el proceso,
el arte ya no es de los artistas es del ciudadano común quién puede entonces
encumbrase en su ignorancia como ente cultural. Sin el menor amparo se entrega
el arte en manos de lo banal y de la simetría de la cultura actual o
precedente, sin considerar que es la asimetría del pensamiento consciente el
capaz de transformar el seno de la cultura de un pueblo o de mantenerla. Así
como los vehículos de motor de combustión interna hicieron su aparición para
ser vendidos en volúmenes increíbles de consumo, destruyendo costumbres
pretéritas de cercanía, las masas generando arte y cultura serían la nueva
combinación perfecta para el comercio de la enseñanza y de la práctica
artística. Una utopía nada desagradable por los bolsillos universitarios pero
bastante lamentable para las sociedades que buscan una identidad y salvaguarda
de la que ya tienen. Basta con solo mirar lo que el mercado de arte ha hecho
con los proyectos artísticos contemporáneos que se reproducen exactamente como
cuando apareció la cámara fotográfica en el siglo XIX. Obviamente tal
influencia económica enmascarada en el arte tendrá como fin ultérrimo una
verdadera “burbuja artística” tanto económica como del conocimiento mismo de sí
misma. Un ser puede auto conocerse cunado se enfrenta a sus peores defectos en
estados de completa auto observación. Pero, ¿cómo podrá auto observarse el arte
si su consciencia duerme ensoñada con la producción?. Así como el picante es
delicioso por su acidez que produce adicción, la producción convence a todos de
su supuesta necesidad, de que sin ella no existe avance, no existe sostén.
Veamos como ejemplo el caso de la arquitectura que en tiempos pretéritos era el
lienzo de los pintores, la roca de los escultores y la hoja de los poetas, era
uno solo con las manifestaciones artísticas y eran en conjunto una maestría, el
arte maestro, una obra maestra. Las catedrales góticas así lo atestiguan.
Resulta que al aparecer la imprenta, las palabras dejaron de necesitarla, a la
arquitectura, para plasmarse en el papel y tornarse en botella vacía del
intelecto común. Desligada la poesía, la pintura también lo hizo desvinculándose
de las castas sociales eclesiásticas como el caso de Bartolomé Murillo. El
edificio ya no era necesario para expresar el bello arte. Quedo así la
arquitectura huérfana de la maestría artística en el sentido de ser un elemento
completo y único. Para la actualidad la Unesco (CINE) no categoriza a la
arquitectura como arte sino como ámbito constructivo. Lástima. Lo mismo será
con el arte si este queda huérfano de la filosofía, de la ciencia, de la
mística, como caída orondo en la tenebrosas manos de la producción. Son
entonces los pensadores universitarios los llamados a dar la voz de alerta
sobre este cometido con nefastos fines, auto reflexionando y auto observando
sus acciones y omisiones. “La universidad
interepistémica privilegia una dirección: mirar, retomar y pensar desde los
aportes transmodernos (por exteriorizados y exiliados por la modernidad), que
no resultan tan ajenos ni extraños a la academia pues, a lo largo de su
historia, se ha relacionado con ellos de diversas maneras” (3) rompiendo
paradigmas y visiones utópicas de soñadores ambiciosos que buscan una excusa
para someter a la humanidad doliente a través de enunciados y postulaciones que
fungen de ortodoxos y reaccionarios, pero que tienen la dialéctica material incesante
que se aleja a grandes pasos del Buen Vivir en esencia, del desarrollo personal
holístico, siendo por el contrario esta postura holística la que converge en el
despertar de la consciencia de los seres humanos. Una mirada a grandes rasgos
delata entonces que los centros universitarios han perdido la capacidad de
reflexión pues volver a mirar hacia adentro, indica a las claras que se dejó de
hacerlo con las graves consecuencias que se mostraron antes de que la
Constitución cambiara, cuando los centros de enseñanza superior eran simples
centros de corrupción de la educación. Aún así la historia y a pesar de la
nueva visión del Sumak kawsay, las universidades por haber tomado el camino
productivo se mantuvieron en su sitial de lugar seguro poco consciente al
enterrarse ahora en procesos de producción del conocimiento que empapela y
somete a las aulas y a los catedráticos con informes, evidencias y con la no
muy clara tarea de indexar artículos académicos cuya oferta se ha vuelto tan
grande en el mundo entero, que ya se duda de la calidad de los aportes poco
reflexionados con largas y grandes bibliografías que encubren la creación con
la imitación y que van a llenar las arcas de gigantescos repositorios
internacionales cuya ganancia astronómica para las universidades sedes de aquellos,
cuenta y vale la pena como para seguir sometiendo al conocimiento con los
sistemas productivos. El dinero lo es todo y su esencia es ser Dios para quién
es esclavo de su propia necesidad. Existió entonces una digresión en la
educación y este nuevo paradigma que “propone
la recuperación del equilibrio en las relaciones del ser humano con la
naturaleza y la búsqueda de sinergias en beneficio de la sociedad en todas sus
diversidades” (4) fue encasillado y ahora no
sabe como ser expuesto y la panacea volvió a ser enfermedad. Es ahí en donde
nace la necesidad de contribuir al pensamiento y a la consciencia para que el
arte no sea encasillado y sometido sino sea como siempre lo fue la esencia
liberadora del pensamiento humano. Recuperar el equilibrio que la sociedad ha
perdido será cosa poco alentadora si consideramos que la educación ha de
enfrentar la maquinaria comercial, consumista en el que el planeta Tierra y la
humanidad se encuentran, un equilibrio que debe nacer de cada ser humano, de
cada persona, ya que aquellos planteamientos que expresan que la sociedad, la
masa, cambia al individuo, fueron totalmente superadas en la segunda mitad del
siglo pasado, quedando así la equivalencia contraria y opuesta que es el del
desarrollo individual como gestora del cambio social. Llevadas así las cosas,
también podemos decir que una universidad puede cambiar si cambian sus
estudiantes, sus profesores, sus facultades. Cosa realmente revolucionaria en
cuanto tiene que ver con la enseñanza, ya que esta no tendría porque ser
global, ni tampoco ser masiva, sino ha de ser puntual y tener en sí la
característica de despertar la creatividad, la libre iniciativa, la vocación en
cada estudiante y en uno solo de ellos, desatando aquella identidad que la
consciencia puede darle a un hombre a una mujer y por tanto a un conglomerado,
una identidad que no se refleja en lo que se quiere, en lo que se tiene, sino
en lo que se es. Muy por el contrario vemos como la confusión reina en los
planteamientos universitarios que buscan “contribuir a la afirmación y
fortalecimiento de la identidad nacional, las identidades diversas, la
plurinacionalidad y la interculturalidad, a través de procesos de
investigación, creación, producción y difusión artística en vinculación con la
colectividad, con proyección internacional y énfasis en la relación Sur-Sur”
(5). Universidades que no han superado la dialéctica materialista de los “procesos”,
de la “producción” y de la “difusión” como si el conocimiento requiriera de un
proceso en vez de ser la exaltación de algo que se toma cuando existe un
observador atento; o si el arte tuviera la necesidad de ser creado, producido y
difundido como si de una mercancía se tratara, cuando el arte es la sublime
manifestación personal del conocimiento consciente una persona que ha dejado
algo para ser. Son planteamientos que llaman la atención y que deberían poner
en alerta a quienes les interesa que la educación sea alcanzada por el Buen
Vivir cuya expresión política es la Constitución de la República que versa en
sus distintos articulados las claves para poner en marcha tamaña misión de
pertinencia. “Si
partimos de la necesidad de que el principio de pertinencia se enmarque en
nuevos horizontes epistemológicos, tenemos que articularlo con una respuesta
organizada, contextualizada e integrada del conocimiento y los aprendizajes
profesionales generados por las IES, a los problemas, dilemas y tensiones que
presenta la realidad” (6). No podríamos entonces sino objetivar las leyes
nacionales como la base de una propuesta para el arte y su enseñanza para una
realidad que como hemos visto no es la producción sino la realización personal
que va mucho, pero mucho mas allá de tener los bolsillos llenos como nos lo han
querido mostrar.
“La educación se centrará en el ser humano y garantizará su desarrollo holístico” (7)
Bibliografía.
1.-Luna Tamayo, Milton. “Educación
y buen vivir. Reflexiones sobre su construcción”. Educaciónsinfronteras.org.
Web. 12 agosto 2016.
2.-Secretaría Nacional de
Planificación y Desarrollo. “El Buen Vivir auspicia los derechos culturales de
los ecuatorianos”. Planificación.gob.ec. Web. 12 agosto
2016.
3.-Juncosa, José. “Buen Vivir,
relacionalidad y disciplina desde el pensamiento de Lewis Gordon y Martin
Nakata. Pistas epistémicas decoloniales para la educación superior”. Alteridad.
Revista de Educación. Web. Enero-junio 2014. 12 agosto 2016. Pag. 32
4.-Universidad de las Artes del
Ecuador. “Un proyecto de la revolución cultural”. Uartes.edu.ec. Web. 2013. 12
agosto 2016. Pag. 2
5.-Universidad de las Artes del
Ecuador. “Un proyecto de la revolución cultural”. Uartes.edu.ec. Web. 2013. 12
agosto 2016. Pag. 6
6.- Larrea de Granados, Elizabeth. “Modelo
de organización del conocimiento por dominios científicos, tecnológicos y
humanísticos”. Consejo de Educación Superior. Web. 12 agosto 2016. Pag. 2
7.-“Constitución de la república
del Ecuador”. Fielweb.com. Web. 2016. 12 agosto 2016. Pag. 5
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